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Naked Mariachi
¿Es estar desnuda suficiente para sentir la libertad? Yo creo que no. Y creo que hay muchas personas feas. Unas muy altas. Otras más bien rechonchas y con las carnes que les cuelgan. Y hay otras también, que sin ningún pudor, salen a exhibir su belleza con el arte contemporáneo como excusa. Yo me encuentro dentro de estas últimas, pero no hablo de ser libre. Eso es una estupidez. Es algo que se gana porque se posee. No se nace con eso. Esto -lo mío- es exhibicionismo. Es frescura. Es una reacción. Pero no es como la belleza, de la que hablaba. O la clase. Y yo -también lo he dicho antes- tengo clase.
Eso fue lo que traté de explicarle a mi papá -ay qué ladilla- pero el muy burro sólo hablaba de la verguenza que le hice pasar, de las lágrimas que derramó por mi culpa, de su frustración, de su amigo Jack en el trabajo de la trasnacional, quien al parecer le dijo que había unos fotos de Caracas donde salían unas niñas desnudas con las que él se masturbaba, y entonces vino la debacle porque ahí estaban mis tetas perfectas, mis nalgas delienadas enmarcando la mirada de Simón Bolívar, y quién no va a mirarme si yo soy la más bella y ya, y de seguro Jack, el destripador de la trasnacional donde labura el viejo, no me reconoció, pero metió la pata al pensar en mí y tocarse sus partes flunflis horrendas, y decirle a mi papá y mostrarle al menos 25 fotos (todas, pero todas, las imprimió y me las mostró, yo salgo en 4 por culpa de los morbosos fotógrafos). Y ahora el muy perro de mierda (uy, cómo lo udio) me quitó la tarjeta de crédito; y eso que acababa de chocar el carro regresándome de la aburrida foto de Tunick.
Sí, otro choque. ¿Y quieren saber qué es lo peor? ¡¡¡Que me chocaron unos mariachis!!!.
Los muy burros debe ser que venían tocando sus trompetotas, medio borrachos de alguna fiestecita de la noche anterior, todavía uniformados, y yo pensando en lo horrenda que era cierta gente que se desnudó en lo de Tunick, y ellos en lo desafinada que era su vida, y los imaginé desnudos también a ellos, después del golpe, bajándose de su furgoneta anaranjada óxido y cantándome cielito lindo con sus ridículos mostachos de juguete. Estaba muy molesta, me llegaron por un costado, en mitad de la autopista, y yo preferí ocultar lo del choque hasta la semana pasada cuando mi papá llegó de viaje, hecho una furia, no sólo porque su hija "se había desnudado en público para sentirse libre" sino porque su mejor amigo era un imbécil que se masturbaba a costillas mías.
Yo no tengo la culpa, papá, qué ladilla, y no me desnudé para sentirme libre, le dije. Y le di la espalda, y me fui riendo a mi cuarto a jugar con Fresa.