20060329
















Desesperadamente buscando a Chuchi




Ella es Chuchi, la sobrina de su tío Antonio. Antonio es un hombre joven, apuesto, que siempre usa camisa blanca abierta hasta la mitad del pecho y tiene muy mal carácter. Su cabello cae como cascada salvaje. Él es quien nos atiende cuando vamos a su casa (la de él, no la de Chuchi). Se para tras la barra y nos sirve los mejores ron tonic de la ciudad, el mejor Martini clásico (no sé por qué pero él insiste en llamarlo Lamborgini), y unos insuperables tragos blancos a base de voka y gin que sabe acompañar muy bien con pistachos criollos. La primera vez que fui a su casa me rasqué muchísimo, pero me veía mucho mejor que Chuchi, claro. Chuchi es demasiado pequeña. No tan pequeña, pero más o menos, y le da alergitis. Esta imagen -poética- es de una de esas noches en casa de Antonio. No recuerdo lo que pasó con exactitud. Fui al baño, resbalé, golpée mi cabeza con el marco de la puerta y me envolví en un ovillo de carcajadas. No por la caída, sino por la cara de vaca recién marcada que ponía Chuchi a medida que se hinchaba y brotaban de sus manfletudos cachetes unas especies de ronchas apocaplípticas dignas del desastre humano. Mientras tanto Antonio hacía una especie de streptease sobre la barra, y Bracho, la perra de Sabrina y una gorda gigantesca que se llama Gaby Arenas y dice ser esposa de Tony Mottola, le gritaban a Chuchi: Chuchi, Chuchi, Chuchi!!!

Dios! No pude soportar tanta risa. Chuchi seguía bebiendo. Se infló como un pez globo y comenzó a escupir como Regan en El Exorcista, aunque no recuerdo si en realidad ella escupía, pero lo cierto es que Chuchi si lo hacía, y de repente Bracho se volvió como loco, se paró sobre una de las sillas y comenzó a saltar, y también comenzó a escupir, y de repente todos se escupían en un acto muy extraño, como de fiesta tribal, y Antonio seguía moviendo su pompis sobre la barra, y yo no aguanté más porque en medio de todo eso, Gabriela Arenas comenzó a hablar de su última colección de diseño de modas, y Chuchi alargaba demasiado un cuento sobre novios extranjeros que no existen, y a mí me dio como ladilla, y me fui. Pero antes tomé esta foto.



















¿Qué me miras?



El otro día salí con mi mamá -quien es demasiado pequeña y se pierde en los centros comerciales- a comprar algo, por supuesto, completamente inútil. Me gusta salir a pasear por los centros comerciales y ver la increible cantidad de cosas hermosas e inútiles que hay para comprar. Siento, mientras miro mi reflejo en las vitrinas, que yo también estoy en un escaparate y -por supuesto- soy una hermosa y refinada muñeca puesta en venta a un precio exhorbitante.

Porque no podría ser por cualquier precio que me adquirirían. Cuando camino por el Mall todos abren paso y con una mirada perdida -y honestamente con expresión de idiota- la gente espera el más leve gesto de mi. Y por supuesto. Yo no hago nada. Paso por sus vidas como una breve y hermosa vitrina que jamás podrán tocar.

Ejemplo. A veces les tomo fotos a los estantes y vitrinas. Sobre todo fotografío mi reflejo en los cristales de las tiendas. Por lo que ustedes ya saben. Pero más me gusta, más aun que andar yo con la cámara que a veces me da un fastidio terrible. Me encanta que me fotografíen. Que se roben mi imagen en un clic. Es lo máximo.

Y yo sonrío.

Y luego desaparezco.

20060327



La justa medida




Ingredientes

¾ de medida de ginebra seca
¼ de medida de vermut seco
limón
aceitunas

Preparación

En un vaso mezclador previamente enfriado, coloca pequeños cubos de hielo, vierte la ginebra y el vermut, y remueve (¡no agites!). Exprime sobre la copa unas gotas de limón, sirve el Martini y adorna con una aceituna fresca.

20060324















Pastillas buenas del Colombine



El Columbine es un lugar que existe sólo en los corazones pequeños. Pero cuando digo pequeños me refiero a los más grandes, a los amorosos, como cuando uno se ilusiona de verdad (no como el tonto de mi novio, que ni se enamora ni nada de eso, sino que más bien es una ladilla). Ese espacio que sólo puede entenderse desde la clase. La clase no la tiene todo el mundo. Mucha gente tiene dinero. Mucha gente tiene estilo. De hecho, mucha gente compra estilo. Pero casi nadie tiene clase. Por supuesto, yo tengo clase.

La otra noche asistí con mi amiga Marianne, alias Avest, alias Gigante Verde, a una reunión. Una especie de fiesta culta que siempre termina con todos muy drogados. Bueno, la historia. Todo comenzó en la primera avenida de Los Palos Grandes. Era lunes. Lunes cultural, o al menos creo que así escuché que lo llamaron, pero yo de verdad no entiendo mucho de esas cosas, ni me interesa entenderlas, yo soy la más bella y ya. No llovía. No era feriado. No tenía estrellas la noche, pero había un grupo como de quince personas bebiendo vino y cervezas en la calle. En realidad, en la acera... Yo estaba de un ladillada, que menos mal que me pasaron buscando. Estaban Peri Jou, Moralba Parra, el Junior, Erns con su novia, Leo (marrano de mierda), una gordita que era más ladilla que el coño y se la pasó cantando toda la noche, un chamo ahí, y como 7 personas más. Ah, y 2 cavas. Y 3 carros. Alguien prendió un porro.

La idea de comprar vodkitas buenas del Columbine fue mía, pero no sé quién fue el que presionó porque nos abasteciéramos de un poco de piolas. Creo que fue Moralba, o el chamo ahí, no sé. Llegamos al apartamento horrendo ese que ni sé por dónde quedaba, porque aunque yo estaba manejando, nunca me acuerdo de las direcciones. Sólo sé que había muchos árboles y que si miraba hacía arriba sentía un mareo muy extraño.

Me bebí como 10 vodkas. Estaba contenta. Y borracha. Ernst se fue temprano con su novia (tan bellos!!). La gordita que nunca paraba de cantar, no paró de cantar. Dios! y nadie que le callara la boca. Moralba no paró de hablar. Peri Joe creo que desapareció y el baboso del gordo de mierda se la pasó besándose con todo el mundo, menos con la gordita porque al paracer tenía una llaga en la boca. Eso lo supe porque el Junior estaba cagado de la risa y se lo decía a todo el mundo. La noche se pudrió. Horrible. Más horrible que las tetas operadas de la maldita de Sabrina. Así que le pedí a mi amiga Marianne, alias Avest, alias Gigante Verde, que me cuidara.

Y vino el vórtice.

Primera frase de la noche: (estallido de platos) "¡Coño, qué bolas que estoy drogadísimo!".

Segunda frase: "¿Coño, coño, a quién estoy besando?"

El extasis pudo más que todo. Yo le llamo pastillitas buenas del Columbine. A las 3 de la mañana ya había derramado dos copas de vino y me había puesto a llorar porque recordé que mi Fresa seguro no había comido nada (uy, qué bella es, maldita sea!). Y después NEGRO. CORTE A. Black out total.

Me desperté con todos a mi alrededor, cantandome cumpleaños feliz (yo estaba desnuda en el cuarto del hermano de Peri Joe) e invitándome a la playa. La gorda, alias Leo, alias El Marrano, seguía cantando, ahora con un traje de baño talla SS que le apretaba por allá abajo (qué asco). Peri Joe se peleaba con Moralba porque al parecer fue en una maceta donde vomitó y no en la grama. Sin embargo habían acordado discutir el asunto en la playa. El Gordo maldito se veía más gordo (me encantan sus rolletes flunfins), aunque puede ser que sólo se tratara del efecto de la resaca. Y el Junior creo que se había ido con una Yonki (ay, me da ladilla cuando no sé cómo se escriben algunas palabras) que llegó en una camioneta descapotada. Mi amiga Marianne, alias Avest, alias Gigante Verde, sólo me pedía disculpas por haberse quedado dormida y no haberme podido cuidar en esa noche podrida del apartamento más feo del mundo. Me repetía -hasta la ladilla- que el amor es un triángulo equilátero.

A mí me gusta más el isósceles.

20060322














Manifiesto mascachicle


(o de como quiero a Fresa)




Primero que nada, Fresa es mi perrita. Es chiuahua, o como sea que se escriba. Demasiado bella. Pero demasiaaado bella. En serio. La compré porque mi hermana estaba conmigo y Fresa, la pobre, estaba perdida. Era así de pequeña. Yo la amo. Aunque bueno, también quiero a Hector, y a Ernst, que es mi preferido porque va a escribir un libro de poemas que va a tener mi nombre. Pero la mejor, la mejor, la mejor, es Fresa. Osea, imagínense que el otro día choqué por su culpa y mi papá, que menos mal que conocía al señor (uy, cómo lo odio) tuvo que pagar el choque, y Fresa que estaba debajo del carro, asustadita, movía su colita así.

Les voy a contar lo que pasó: es que me había comprado unas chanclas blancas con la tarjeta de crédito de mi papá (la noche anterior me emborraché porque es que estoy estudiando una carrera que no me gusta y terminé besando a todo el mundo y esas cosas, y estaba con mi amiga Marianne, alias Avest, alias Gigante Verde, que bueno, la amo y ya, y menos mal que ella estaba porque me ayudó a que me llevaran a mi casa; pero aja, las chanclas...) como estaba deprimida, osea, es que no saben, me fui al Tolón y me compré unas chanclas demasiado hermosas, pues, que me gustaron, y me quedaron grandes, pero no me importó, me las compré junto a unos blue jeans que me hacen ver con más culito. o sea, y un sweater de gamusa que no me gustó tanto, pero que lo pienso usar para arropar a la pobre Fresa cuando le dé frío en las noches. Total, pagué con la tarjeta de crédito de mi papá.

Entonces, estaba regresando a mi casa y vi a Fresa en la grama que me miraba con esos ojos que ay, me los quiero comerrrrr!!! y resulta que venía un carro y yo aceleré para que no matara a mi perrita, y de repente se me cayó un cichle que tenía en la boca y se me enredó con las chanclas que me quedaban grandes y tuve que chocar al viejo maldito de mierda que casi atropella a fresa!!!!! Pero bueno, mi papá pagó esa vaina. Es taaaan bueno, a veces. Aunque lo odio. Como a Leo, que también lo odio, que está más gordo que nunca con esos rollos de marrano, pero de otra manera. A Leo lo uddio.

Ajá, así.

Bueno, pero qué fastidio, chao.

Los amo y ya.